🍺📞 Arnulfo Rodríguez: “El Amigo que Olía a Drama”
Bienvenidos a
la Confesión de un Narrador de Historias.
Mi nombre es Arnulfo Rodríguez, y soy un cronista de la vida, un descifrador de almas, un aficionado a la palabra escrita con tinta de humor y realidades crudas. Bienvenidos a mi primer relato en el blog de KCDMX Radio, donde espero que mis palabras resuenen en las cuerdas de su humanidad.
“La amistad es como el vino: si se fermenta mal, te deja con resaca y preguntándote por qué seguiste tomando”.
– Arnulfo Rodríguez
🎭 El amigo que nadie quería, pero todos necesitamos
Buenas noches, Ciudad de México, o como yo la llamo, “La Ciudad de los Locos Inolvidables”. Hoy les voy a contar de un amigo de la infancia… digamos que era un personaje más extraño que un chupacabras en un desfile de moda.
Mi amigo *Carlos* (nombre cambiado para proteger al… bueno, a mí). Nos conocimos en la prepa, cuando ambos éramos dos adolescentes que creían que escuchar a The Cure los hacía profundos. Carlos era el tipo de persona que, si la vida fuera una película de Tarantino, sería ese personaje secundario que todos aman pero nadie entiende.
Desde 1999, este cuate y yo teníamos una relación telefónica que era más jugosa que una telenovela de las 9. Pero, atención, porque el drama no venía de las llamadas, sino del estado de mi amigo. Imagínense, un tipo que se bañaba con la misma frecuencia que un cactus florece.
Tenía un talento especial, ¿saben? Era un maestro del mito, un embaucador de primera, pero, eh, ¿quién no tiene un amigo así?
💔 El amor de Oxxo
Una vez, este amigo mío se enamoró de una cajera de Oxxo. ¿Por qué? Porque lo trató bien, como a todos los demás. Era casada, pero en su mente, ya tenían una historia de amor de telenovela. Me di cuenta que tenía esquizofrenia cuando se obsesionó con ella, quería confesarle su amor, pero ni trabajo tenía. Vivía de la pensión del padre y el apoyo que le daban a su hermano, gastando todo en caldos de pescado. Su casa estaba más sucia que la conciencia de un político corrupto, viviendo con su madre con Alzheimer y su hermana con problemas mentales. Una verdadera telenovela, pero sin el glamour.
Con el tiempo, su familia empezó a desaparecer. Primero sus hermanos, luego su padre, y finalmente su madre, quien padecía alzhéimer. Carlos se quedó solo, y yo, como buen amigo, me convertí en su salvavidas emocional (y económico).
🍺 El arte de sobrevivir (y beber)
Al principio, solo eran llamadas nocturnas, pero con el tiempo, se transformaron en monólogos de un borracho a las 3 de la mañana. “¿Arnulfo, estás ahí?” Y yo, con la paciencia de un santo, pensando: “Sí, pero mi cerebro quiere estar en cualquier otro lado”.
“La vida es un chiste, solo hay que reírnos de él antes de que nos atropelle un taxista”.
– Arnulfo Rodríguez
El tipo tenía un talento especial, ¿saben? Era un maestro del mito, un embaucador de primera, pero, eh, ¿quién no tiene un amigo así? El problema era que su vida era más caótica que un mercado de Tepito en sábado.
🦸♂️ El héroe que nadie pidió
Decidí tomar el papel de “El Redentor”. Le enseñé libros, compartimos música, y logré que dejara la botella por cinco años. ¡Cinco años, amigos! Pero, claro, la vida es un pinche chiste. Un día, un taxista lo atropelló y desapareció por dos semanas.
Cuando me dijeron que estaba en el hospital, lloré como si fuera la telenovela de mi vida. Lo hospedaron en casa de su hermano, pero, atención, atención, ¿saben por qué lo echaron? No fue por su olor, que era como un queso artesanal dejado al sol. No, fue porque lo pillaron en una situación… digamos, “muy privada” con su laptop. (Se masturbaba por las noches viendo porno)
📞 La última llamada
Le depositaba dinero, le mandaba despensa, y el muy cabrón vendía todo para comprar más veneno para el alma. En Año Nuevo, le di dinero para su cena y, ¿adivinen? Se emborrachó como si fuera el fin del mundo. Luego tuvo la audacia de exigirme verduras porque, según él, todo lo que le mandaba era proteína.
“Arnulfo, ¿sabes qué es lo peor de no bañarse? Que después de un mes, ya no te das cuenta”.
– Carlos, en una de sus llamadas filosóficas.
Finalmente, lo confronté. Y su respuesta fue más fría que un “te amo” de un político. “Lo que me das, lo das porque quieres, no porque te lo pida”, me dijo, como si fuera la víctima en esta tragicomedia. Y ahí lo entendí: Carlos no era mi proyecto, ni mi responsabilidad. Era mi amigo, con todas sus locuras y defectos.
🤔 El final de la línea
Al darme cuenta de que el narcisismo de mi amigo era tan impresionante como su falta de empatía, decidí bloquearlo. Porque, seamos realistas, intentar salvar a alguien que no se da cuenta de nada es como intentar enseñar a volar a un pavo.
Me afectó bastante, lo confieso. No porque haya perdido un amigo, sino porque me enfrenté a mis propios límites de empatía y paciencia. Pero, ¿saben qué? Esa experiencia me humanizó más, me enseñó que la compasión no es sinónimo de sacrificio personal. Y recuerden: la amistad no se trata de arreglar a alguien, sino de aceptarlo, con sus luces y sus sombras.
Así que, si tienen un “Carlos” en su vida, abrácenlo (pero no demasiado, que no se baña). Y recuerden: la vida es un chiste, solo hay que reírnos de él antes de que nos atropelle un taxista.